Vigilancia indígena participativa para proteger la Amazonía en pandemia

7 de Julio de 2021

Marcial Sánchez, monitor ambiental del pueblo Quechua, visitando una de las zonas más impactadas en la cuenca del río Pastaza. | Foto: Bruno Cámara / PNUD Perú

Con el desarrollo de las actividades mineras y petroleras, y los impactos del cambio climático, el monitoreo ambiental ha cobrado mayor relevancia para resguardar los territorios de las diversas afectaciones que pudieran ocurrir. Dicho monitoreo no es algo nuevo para las federaciones indígenas de Loreto, ya que es una práctica ancestral a la que actualmente se incorpora el uso de tecnologías para responder a la necesidad de protección de los territorios que habitan.

Con la emergencia sanitaria de la COVID-19, la vigilancia ambiental estuvo en pausa para proteger a las y los monitores ambientales y sus familias, respetando las medidas dadas por el Estado. Sin embargo, esta labor se ha retomado en Loreto desde fines del año pasado de forma paulatina y adaptando sus métodos a los nuevos retos que ha traído la crisis sanitaria. Allí la vigilancia ambiental es liderada por cuatro federaciones indígenas que forman parte de la Plataforma de Pueblos Indígenas Amazónicos Unidos en Defensa de su Territorio (PUINAMUDT)[1].

José Marcial Sánchez Dahua es monitor ambiental de la Federación Indígena Quechua del Pastaza (FEDIQUEP), y vive en el distrito de Andoas en la provincia del Datem del Marañón, en Loreto. Él relata que algunos de sus familiares se contagiaron de la COVID-19 y que durante ese tiempo pasó de cuidar el territorio a cuidar a su familia.

El monitor José Marcial Sánchez Dahua realizando su trabajo de monitoreo y capturando fotos de bolsas de plástico llenos de crudo de petróleo después de un derrame.

Su trabajo consiste en salir al campo y aprovechar sus actividades de caza de animales de monte (sachavacas, sajinos, majas y venados) para detectar algún cambio en el ambiente que deba ser reportado, como casos de contaminación y derrames a causa de la actividad petrolera. Para ello, José Marcial camina un trayecto de ida y vuelta que puede tomar más de 12 horas, partiendo antes que el sol salga, a las 3 a.m., y retornando cuando comienza a anochecer. Según relata, a veces tiene el apoyo de gente que se ofrece a transportarlo por vía terrestre, aunque dadas las medidas de distanciamiento esto ocurre cada vez menos.

El espíritu de cuidado de los y las monitores guarda una profunda relación con su conexión con el territorio. Así, José Marcial cuenta que inició este trabajo en 2015 con una motivación clara. “Quería contribuir a la protección de mi territorio. Los impactos cada vez son mayores, a comparación de antes ya no encuentras muchos animales cerca porque se espantan con el ruido de las actividades petroleras”, señala quien también detalla que el sabor de los animales de monte y de río que consumen en su dieta cotidiana ya no es el mismo, y que esto se podría deber a los impactos que se vienen registrando en el ambiente.

Cuando se detecta un impacto durante las actividades de monitoreo, se registran los puntos de la ubicación en un GPS. Estos datos son ingresados en un teléfono celular que cuenta con un software especial para almacenarlos, y se calcula la dimensión el área afectada y se toma una evidencia de la afectación. Estos equipos aseguran una mayor exactitud en cuanto al reporte de las afectaciones que suceden en territorios amazónicos, los cuales, según explica el monitor, han causado que personas de su distrito presenten metales pesados como plomo, mercurio y arsénico en su sangre. También la afectación se ha constatado en la flora y fauna.

Gracias al trabajo de los y las monitores ambientales, el Estado peruano ha podido acceder a información de primera mano que permite entender la magnitud del impacto en el ambiente en el Oleoducto Norperuano. Más de 3000 sitios impactados y cerca de 1200 denuncias sobre afectaciones en los territorios dan cuenta de la importancia de la vigilancia ambiental para la protección de la Amazonía.

Grupo de monitores defensores pertenecientes a la Federación Indígena Quechua del Pastaza (FEDIQUEP), provenientes del distrito de Andoas, provincia del Datem del Marañón, Loreto.

El PNUD, junto al Programa de Vigilancia Territorial Indígena de Cuatro Cuencas en Loreto, han gestionado el apoyo a esta labor con equipos tecnológicos como teléfonos y discos duros. De esta forma, el proyecto “Activando Ciudanía Activa” del PNUD contribuirá con el acceso a nuevas tecnologías para el monitoreo ambiental, las cuales sirven para registrar de manera rápida y accesible los reportes que se vienen realizando.

Asimismo, en mayo de este año el PNUD y el Organismo de Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) firmaron un convenio de cooperación para fortalecer el monitoreo y vigilancia ambiental a través de un plan de trabajo con acciones conjuntas que incluyen la elaboración de una guía global sobre monitoreo ambiental con iniciativas exitosas de monitoreo a nivel internacional, módulos de capacitación para fortalecer las capacidades del Estado en género, interculturalidad, derechos humanos y transparencia. Además, del mapeo de las iniciativas de monitoreo a nivel nacional.