La desigualdad pone a las personas y al planeta en riesgo de colapso

El Informe de Desarrollo Humano 2020 incluye un nuevo índice que revela la urgencia de frenar nuestra presión sobre el planeta para prosperar luego de esta crisis

15 de Diciembre de 2020

La pandemia de la COVID-19 no será la última crisis que afrontemos si no dejamos de presionar al planeta. Esa es la advertencia del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su reciente Informe de Desarrollo Humano 2020, titulado “La próxima frontera: desarrollo humano y el Antropoceno”, que incluye una nueva medición del progreso humano en función de nuestra presión sobre la naturaleza.

A 30 años de la primera medición del Índice de Desarrollo Humano (IDH), en términos de salud, educación y el nivel de vida de los países, el nuevo informe advierte a los líderes mundiales una preocupante realidad: si no se toman medidas contundentes para reducir nuestra inmensa presión sobre el planeta, el progreso de la humanidad se detendrá.

En efecto, estamos entrando a una nueva era geológica: el Antropoceno o era de los seres humanos, en la cual en lugar de que el planeta configure nuestras vidas, somos nosotros quienes alteramos sus sistemas, poniendo en riesgo nuestra propia supervivencia.

“El poder que ejercemos sobre el planeta no tiene precedentes. Frente a la COVID-19, las temperaturas que rompen registros históricos y la desigualdad, ha llegado la hora de utilizar ese poder para redefinir lo que entendemos como progreso, de manera que nuestras huellas de carbono y de consumo dejen de estar ocultas”, sostiene Achim Steiner, administrador del PNUD.

Para ilustrar esta urgencia, el Informe de Desarrollo Humano 2020 introduce una nueva medición: el Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias (PHDI, por sus siglas en inglés). Esta variante ajusta el IDH en función de las emisiones de dióxido de carbono y la huella material que mide el uso de recursos naturales.

“Como revela el informe, ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta. Sin embargo, podemos ser la primera generación en corregir el rumbo. Esa es la próxima frontera del desarrollo humano”, añade Steiner.

En el caso de Perú, el informe muestra que el valor del IDH ha incrementado en 26.8% desde 1990. Con un IDH de 0.777 al 2019, el país se posiciona entre los siete de América Latina que tienen un alto desarrollo humano y en el puesto 79 del ranking mundial junto a Tailandia.

Sin embargo, cuando este valor se ajusta por desigualdad, el Perú sufre una pérdida de 19.2% de su IDH. Este porcentaje está por encima del promedio del grupo de países con IDH alto (17.9%), pero por debajo de la pérdida en América Latina (22.2%).

Por otra parte, en función de sus presiones planetarias, el Perú pierde un 4.4% de su IDH. Esta caída está por debajo del promedio del grupo de países con IDH alto (8.6%)

De este modo, este nuevo índice saca a la luz una perspectiva más sincera del progreso humano en todo el mundo. Por ejemplo, en los países del grupo de desarrollo humano muy alto, la pérdida por presiones planetarias supera el 15% y más de 50 países abandonan este grupo como reflejo de su dependencia de los combustibles fósiles y su huella material.

En esa línea, el Informe de Desarrollo Humano 2020 recalca que las desigualdades entre países y dentro de ellos son un obstáculo para lograr el cambio que esta nueva era exige.

La desigualdad entre países se refleja en que las naciones más pobres serán las más afectadas por el cambio climático, pese a ser las que menos contribuyen a este. Por ejemplo, se prevé que los países más pobres del mundo podrían experimentar hasta 100 días anuales más de clima extremo en el 2100. En tanto, los países ricos se verían relativamente favorecidos con una reducción de 18 días.

En cuanto a la desigualdad dentro de los países, el informe sostiene que esta ahoga las oportunidades para las personas más vulnerables. Por ejemplo, al proteger la tierra, los pueblos indígenas de la Amazonía absorben, en términos per cápita, el dióxido de carbono equivalente al producido por el 1% más rico de la población mundial. A pesar de esto, los pueblos indígenas continúan sufriendo persecución y discriminación, y apenas tienen presencia en la toma de decisiones.

Para aliviar las presiones planetarias de forma que todas las personas puedan prosperar en esta nueva era, es preciso desmantelar estos enormes desequilibrios de poder y de oportunidades que obstaculizan el cambio.

“La próxima frontera del desarrollo humano no debe entenderse como un dilema entre personas y la naturaleza, sino que se trata de reconocer que hoy el progreso humano sostenido por un crecimiento desigual y basado en el carbono es un ciclo completamente agotado”, asegura Pedro Conceição, director de la Oficina del Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD.

Según el Informe de Desarrollo Humano, la transformación exigirá trabajar con —y no contra— la naturaleza, al mismo tiempo que transformamos las normas sociales, los valores y los incentivos gubernamentales y financieros. En esa línea, se reitera que son los gobiernos quienes tienen la responsabilidad de ofrecer un liderazgo que ayude a todos —desde los individuos, a la sociedad civil y al sector privado— a prosperar en esta nueva era.

“Si abordamos la desigualdad, sacamos el máximo provecho a las innovaciones, y trabajamos con la naturaleza, el desarrollo humano puede dar un paso transformativo que ayude tanto a las personas como al planeta”, añade Conceição.