Gilda Rodriguez

2 de Marzo de 2020

El embarcadero de Mazán es un punto de encuentro donde reina el comercio. Desde la comunidad Puerto Alegre, Gilda Rodríguez sube a una embarcación pequeña con dos de sus tres hijos y prende el motor para cruzar el río Napo, que recorre gran parte de la Amazonía peruana y ecuatoriana.

Además de trabajar en el programa social Cuna Más, Gilda es la coordinadora del Vaso de Leche en su comunidad. Es ese mismo espíritu el que le hizo interesarse por el piloto de la Escuela Energética para Mujeres (e-Mujer), implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el Ministerio de Energía y Minas con el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF).

“En mi comunidad la mayoría tiene paneles fotovoltaicos pero siempre falla la batería, el foco o a veces no carga el celular”, cuenta Gilda. “No sabía nada de electricidad, por eso me quedé en la escuela. Ahora sí sé hacer una instalación y podemos aportar a nuestra comunidad”, agrega ella como alumna de esta escuela que capacita a las mujeres de zonas rurales, a través de tres módulos, en el uso, manejo y sostenibilidad de energías limpias, además de generar oportunidades de empleo mediante la capacitación práctica y el desarrollo de habilidades para crear un plan de negocios a partir de sus nuevos conocimientos.

En estas zonas, las mujeres son las principales gestoras y usuarias de la energía, tanto para el trabajo remunerado como el no remunerado. De hecho, ellas dedican, en promedio, 9 horas más a la semana que los hombres entre ambos trabajos. Por lo mismo se ven directamente afectadas por la falta de acceso a energía.

Tomando en cuenta estas complejas realidades, e-Mujer es el primer piloto para una escuela de este tipo que llega hasta las comunidades donde se encuentran sus participantes. Esta escuela itinerante, que viaja desde Loreto, Cusco, Cajamarca hasta Puno, permite que las mujeres no tengan que desplazarse demasiado para asistir a las clases y puedan enfocarse en aprender, sin perjudicar sus actividades cotidianas.

A sus 32 años, Gilda está convencida del valor de la educación para las mujeres. “En la selva hay mamás adolescentes que no terminan los estudios y se dedican solo a la casa. Es muy importante que las mujeres participen de este tipo de escuelas, que realmente nos incentivan a seguir adelante”, explica. Quizás, por eso, su insistencia en que otras mujeres como ella se sumen a e-Mujer. “No porque somos mujeres vamos a estar a un lado. Tenemos el mismo derecho. Hay que superarnos, salir adelante” y es que a medida que más mujeres accedan a estas oportunidades, la igualdad dejará de ser una ilusión tanto en las zonas rurales como en el resto del país.