Las desigualdades del siglo XXI: Nuevo informe del PNUD analiza el problema a la luz del descontento social en Latinoamérica

El Informe Global sobre Desarrollo Humano 2019 manifiesta que seguir actuando como tradicionalmente se ha hecho no resolverá las desigualdades en la región

9 de Diciembre de 2019

Las protestas y manifestaciones que se extienden a través de América Latina y el Caribe son una señal de que, a pesar de décadas de crecimiento económico y políticas de promoción de la prosperidad, persiste la percepción de injusticia social y acceso precario a condiciones de vida dignas, particularmente entre las clases media y vulnerable de la región y los grupos históricamente excluidos, entre ellos comunidades indígenas, afrodescendientes, jóvenes y personas LGBTI+.

Esto es lo que argumenta el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su nuevo Informe Global sobre Desarrollo Humano (IDH), titulado: “Más allá del ingreso, más allá de los promedios, más allá del presente: la desigualdad en el desarrollo humano del siglo XXI.”

El Informe señala que, mientras que la brecha en acceso a servicios básicos para el desarrollo se está acortando, con un número sin precedentes de personas que han superado la pobreza, la desnutrición y las enfermedades, las necesidades para prosperar han evolucionado. Las nuevas desigualdades,  puestas de manifiesto a través de una nueva generación de necesidades, se visibilizan actualmente alrededor de temas como la tecnología y la crisis climática, ambos considerados como cambios sísmicos que, sin control, podrían desencadenar una “nueva divergencia” en la sociedad del tipo no visto desde la Revolución Industrial.

“Diferentes motivos están llevando a la gente a las calles – el costo de un boleto de tren o el de la gasolina, la urgencia de hacer vigentes derechos políticos o la búsqueda de justicia. Este es el nuevo rostro de la desigualdad alrededor del mundo. Lo bueno es que, al momento de la publicación de este Informe, la desigualdad no es un problema natural y puede solucionarse”, comentó Achim Steiner, máxima autoridad del PNUD a nivel global.

Se trata de una historia de exclusión y de búsqueda de dignidad. El informe menciona que muchas de las desigualdades presentes en América Latina tienen sus orígenes en la época colonial. Por ejemplo, según un estudio citado, la ascendencia étnica de una persona en México podía reducir hasta en 12% sus posibilidades de salir de la pobreza; y aumentar hasta en 10% su posibilidad de recaer en ella.

Asimismo, el reporte señala que, en América Latina y el Caribe, la percepción de injusticia social en la distribución de riqueza ha ido en aumento desde el año 2012, regresando a los niveles del cierre de la década de los 90’s. La inequidad en la percepción de felicidad (que se analiza como “bienestar subjetivo”), que se había mantenido estable hasta el año 2014, también ha comenzado a crecer. Asimismo, el informe presenta evidencia que a lo largo de la región de América Latina, la clase media paga más en impuestos de lo que recibe por servicios sociales.

Enfrentar estos desafíos no es sencillo, pero es posible con el compromiso político adecuado. Para contribuir a este diálogo, que debe alcanzar a todos los actores de desarrollo, el Informe Global sobre Desarrollo Humano analiza la desigualdad en tres dimensiones: 1) Más allá de los ingresos, 2) Mas allá de los promedios y 3) Más allá del presente, proponiendo opciones de política para abordar los problemas.

A.     Más allá de los ingresos

El Índice sobre Desarrollo Humano (IDH) fue la primera herramienta adoptada por las Naciones Unidas que analizaba el progreso social de manera multidimensional. Por ello, desde su creación en 1990, ha puesto los reflectores en tres dimensiones fundamentales para el desarrollo: educación salud e ingreso económico. Aunque el avance ha sido importantísimo, al ser ajustado por desigualdad, el índice demuestra que hasta 20% del desarrollo humano global se perdió en el 2018 a causa de este factor.

El Perú no escapa a esta narrativa pues, a pesar de haber experimentado un progreso sostenido en su índice de desarrollo humano en los últimos años - ubicando al Perú en la posición 82 entre 189 países, subiendo 7 posiciones con respecto al 2018 -, las desigualdades continúan siendo generalizadas y aún existen grandes diferencias territoriales en dimensiones más allá del ingreso económico.

Según “El reto de la igualdad”, estudio publicado por el PNUD Perú en noviembre de este año, las mejoras se concentran en la costa y particularmente en Lima, quedando rezagadas la mayor parte de los espacios de la sierra alta y la selva. Sin embargo, los departamentos con mayor desarrollo humano, como Lima, Arequipa, Tacna, Moquegua y La Libertad; son, a su vez, los más desiguales.

Para hacer frente a este escenario, el IDH Global propone:

-        Una inversión social que acompañe todo el ciclo de vida de las personas, desde antes de su nacimiento hasta sus últimos días. Esto incluye acceso diferenciado a educación, salud, nutrición, productividad y pensión.

-        Impulsar una competitividad inclusiva con inversiones en el capital humano para asegurar su participación en el mercado laboral. Esto implica impulsar políticas de salario mínimo, formalidad laboral, protección social y de igualdad de género como condiciones fundamentales de mercados dinámicos orientados a un desarrollo verdaderamente sostenible.

-        Gasto público e impuestos justos, los cuales no deben ser analizados “en el vacío”, separados de políticas más allá de lo económico. Por el contrario, deben ser parte de un paquete de políticas vinculadas a salud, educación y alternativas a un estilo de vida intensivo en carbono.

B.     Más allá de los promedios

Los promedios a menudo ocultan lo que realmente está sucediendo en la sociedad, dice el Informe Global, y si bien pueden ser útiles para contar una historia más amplia, se necesita información mucho más detallada para crear políticas para abordar la desigualdad de manera efectiva. Esto cobra singular importancia al considerar las múltiples dimensiones de la pobreza, al  buscar satisfacer las necesidades de quienes se quedan más atrás, como las personas con discapacidad y al promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.  

Este último punto es particularmente relevante en el Perú, un país que, según el Índice de Desigualdad de Género (IDG) se ubica en el puesto 87 entre 162 países analizados. En todas las dimensiones de desarrollo analizadas por este indicador, entre las que se encuentran el acceso a educación secundaria, la participación política y laboral, las mujeres presentan una situación más precaria que los hombres. Lo más preocupante es que, según el IDH Global, a pesar del compromiso global con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, el progreso en igualdad de género se está desacelerando.

En un intento de explicar el fenómeno, la Oficina Global de Desarrollo Humano ha desarrollado un nuevo indicador que ayuda a entender la yuxtaposición entre creencias sociales y cierre de brechas, entre ellas la desigualdad de género. Este nuevo mecanismo, llamado Índice de Normas Sociales, muestra que alrededor del mundo solo 1 de cada 10 personas no muestra ningún tipo de sesgo contra la igualdad de género.

En este contexto, resulta urgente:

-        Promover políticas afirmativas que aborden prejuicios subyacentes, las normas sociales que refuerzan exclusiones históricas y las estructuras de poder.

-        Impulsar estrategias y programas dotados de presupuestos para asegurar la implementación de acciones que garanticen la reducción de las disparidades de género que figuran entre las formas de desigualdad más arraigadas a nivel nacional, regional y local

C.     Más allá del presente

Las capacidades básicas que, en el pasado, representaban los pilares fundamentales para el acceso a desarrollo ya no son suficientes para las aspiraciones de la ciudadanía del siglo XXI. Una nueva generación de profundas desigualdades en desarrollo humano vinculadas con las capacidades aumentadas está surgiendo, y dos transformaciones sísmicas en el panorama global están íntimamente vinculadas a estas nuevas dinámicas: la crisis climática y la transformación tecnológica. Aspectos que, sin duda, impactarán, sin precedentes, en el aumento de las desigualdades en el país.

El Perú es uno de los países más vulnerables del mundo ante el cambio climático. Cuando se analiza, por ejemplo, las proyecciones vinculadas a acceso a agua limpia, la necesidad de actuar hoy se hace evidente: menos del 2% del agua dulce existente en el país discurre hacia la cuenca del Pacífico, pero en esta región habita el 70% de la población.  Este desbalance se agrava si se tiene en cuenta que más de tres cuartas partes del abastecimiento del agua en la costa peruana proviene de los glaciares y que, debido al cambio climático, más del 50% de la cobertura glaciar ya ha desaparecido en el país. Por todo, ello la vulnerabilidad climática del Perú (principalmente la del agua) representa la más seria amenaza sobre los avances del desarrollo humano en el país. Lo que se ha ganado en los últimos años en reducir las desigualdades en capacidades básicas, puede perderse y agravar la situación de quienes aún no han mejorado en su condición de bajo desarrollo humano.

Por otro lado, la tecnología -que indudablemente ha abierto las puertas a nuevas formas de generación de prosperidad- también ha empezado a acrecentar la brecha en el ejercicio de derechos entre quienes están conectados y quienes no. En la medida que desde los actores estatales desarrollen nuevas soluciones basadas en la tecnología, como la telemedicina o la educación virtual, la brecha digital condicionará también, cada vez más, el acceso a nuevas capacidades y el ejercicio de derechos. Según estudios de la ESAN Graduate School of Business, la penetración de internet en zonas rurales en Perú abarca solo el 10%, frente a un promedio nacional de 67% reportado por Osiptel. Esta brecha también debe leerse de manera interseccional; por ejemplo, según INEI, solo el 13.7% de mujeres indígenas accede a Internet, en contraste con 21.9% de hombres indígenas.

El informe recomienda políticas de protección social que, por ejemplo, garanticen una compensación justa por el ‘trabajo colectivo’, la inversión en aprendizaje permanente para ayudar a los trabajadores a adaptarse o cambiar a nuevas ocupaciones y el consenso internacional sobre cómo calcular los impuestos de actividades digitales – todo parte de la construcción de una nueva, estable y segura economía digital como fuerza de convergencia, no divergencia, en el desarrollo humano.

Finalmente, cabe resaltar que las cifras resultantes de la medición mundial y de la medición local tienen variaciones en marcos temporales y metodologías utilizadas en cada caso; no obstante, las tendencias del desarrollo humano peruano mostradas por ambas mediciones son fundamentalmente las mismas: crece sostenidamente el IDH y cada uno de sus componentes, esperanza de vida, logro educativo e ingresos de las personas; sin embargo, las desigualdades, más allá de los ingresos, de los promedios y del presente, persisten. Si se quiere, verdaderamente, que nadie se quede atrás, es momento de actuar.

Nota: El IDH calculado a nivel nacional no es comparable con la metodología global por las razones siguientes: (i) Se consideran indicadores distintos porque no se tienen disponibles a escala distrital los indicadores que emplea el Informe Mundial: es el caso de la variable “años esperados de escolaridad”, reemplazada localmente por “población de 18 años de edad que ha concluido la secundaria”. Asimismo, la variable “ingreso nacional bruto per cápita”, al no existir en escala distrital, se reemplaza localmente por “ingreso familiar per cápita”. (ii) La escala del cálculo: mientras que el IDH Global parte de valores de escala nacional (agregada), el cálculo local para los informes nacionales, parte de valores de escala distrital, construidos para cada uno de los 1874 distritos del país. Desde allí se agregan para pasar a la escala siguiente (195 provincias); desde el nivel provincial se agregan hacia la escala de los 25 departamentos; y finalmente desde el nivel departamental se construye por agregación el IDH nacional.