La vida empieza en los bosques de neblina

Un sorprendente recorrido a través de una gradiente altitudinal que une los glaciares con la selva hacia una de las cuatro reservas de biosfera del Perú. Este es un viaje a través de las iniciativas de conservación que nos permiten valorar y reconciliar nuestra relación con la naturaleza.

21 de Marzo de 2019

Fotos: Mónica Suárez Galindo / PNUD Perú

Nuestra primera parada se da al pie de la cordillera. A más de 5,700 m s. n. m. donde aún no se había levantado el sol, conocimos a José Joaquín Tomas en sobrenatural sintonía con la escena que tratábamos de presenciar, pero que la niebla no dejaba ver del todo.

“Si la humanidad no cuida los recursos naturales, estamos en riesgo de morir. Lagunas, ríos bofedales, puquiales están en peligro”, señala José, vigía del nevado Huaguruncho, mientras realiza la ceremonia del pago a la tierra  -según él- para protegerlo del cambio climático y cualquier otra presión que afecte su integridad. En minutos, una brillante luz fue despejando la niebla para reflejar por completo a José y a la indómita belleza del Huaguruncho.

Para llegar a este imponente y majestuoso nevado, viajamos 85 kilómetros desde la provincia de Oxapampa, en la selva central del país, por una carretera asfaltada que luego se convierte en trocha. El Huaguruncho, o también conocido como “colmillo blanco”, forma parte de la cordillera que lleva su nombre, donde se encuentran las nacientes de dos ríos de especial importancia para este lugar de la Amazonía: el Huancabamba y el Santa Cruz, que al unirse forman el Pozuzo.

“Gracias a las lagunas que alimenta el Huaguruncho, las poblaciones de abajo, de la Amazonía, tienen agua”, sentencia José, quién además de vigía, ha sido Juez de Paz y promotor de actividades turísticas de la Municipalidad de Huachón, distrito en el que se encuentra este nevado.

Aquí, donde el aire se enrarece y de paso congela el cuerpo, contemplamos las cenizas que esparce Joaquín como parte de su ritual, las mismas que se adentran en el alma de Huaguruncho, alimentado su entereza para no desaparecer.

Fotos: Mónica Suárez Galindo / PNUD Perú

“Cada vez que uno camina por el bosque, encuentra diferentes fuentes de agua que puede ser una caída, catarata, riachuelo, quebradas, luego ríos más grandes. Por tal razón, el Parque tiene agua, que alimentan a ríos más grandes”, menciona Humberto Cristóbal, especialista de educación ambiental del Yanachaga-Chemillén con experiencia de más de 20 años en el área.

“Si te duchaste hoy, si tomaste un café es porque el agua viene del Parque. Si tenemos bosques, aseguramos el agua para la población. Es un servicio a disposición”, dice Humberto y es que el Parque Yanachaga - Chemillén beneficia a más de 20,000 personas en cuanto a cantidad y calidad de agua, es decir que las localidades de Oxapampa y Huancabamba toman agua del Parque.

Fotos: Mónica Suárez Galindo / PNUD Perú

De regreso a Pasco, llegamos a Puerto Bermúdez para hacer una pausa en el valle del Palcazú y presenciar la elaboración de chocolates a cargo de mujeres Yanesha de la selva central. “En mi chacra cosecho cacao, pero no solo lo vendo, ahora lo proceso”, comenta Silvia Sulca de la comunidad Laguna Raya en la Reserva Comunal Yanesha.

Ella pertenece a la Asociación de Pequeños Agricultores Agroecológicos Laguna Raya (APPALAR), conformada por once mujeres y un hombre. Esta asociación produce el chocolate Charem Yanesha o ‘Fruto del cacao’, un interesante emprendimiento que ofrece chocolate 100% nativo, sin fertilizantes, ni preservantes. Silvia nos hace recordar que detrás de su conocido chocolate existen áreas vecinas como el Bosque de Protección San Matías - San Carlos que son parte de la Reserva de Biosfera Oxapampa Asháninka – Yanesha. “Para tener un cacao de calidad, los bosques tienen que estar en buen estado, pero también se necesita nuestro trabajo y dedicación”, dice.

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